jueves, 26 de febrero de 2009

Ser o no ser indiferente....


En muchas situaciones, el destino pone a prueba nuestro coraje, ensañándose en colocar frente a nosotras a aquella persona que queremos evitar porque nos recuerda algún sufrimiento pasado.


No es difícil imaginar ese tipo de encuentros cuando se comparte el círculo de amistades. Pero a no desesperar: hay solución, o por lo menos, es la que encontré y comparto con una gran cantidad de mujeres: la indiferencia.


Me da la sensación que la indiferencia es el signo de estos tiempos, un sentimiento que llega a desestabilizar al otro más que el odio o la venganza. Ser indiferente es no reconocer la existencia del otro, desestimarlo, desconsiderarlo, descalificarlo.


El odio en cambio reconoce a la otra persona, por lo menos como merecedora de un quantum de energía negativa, como recipiente o continente a ser odiado.


Considero que es acertado ser indiferente cuando no deseas generar revuelo, ni palabras cruzadas con “ese ex”. Es una actitud madura, que puede salvarnos de muchas situaciones desagradables. Y evitamos que personas ajenas se sientan incómodas ante la presencia conjunta (es decir, compartiendo un mismo espacio físico)de quienes en algún momento fueron pareja.


A veces, funciona. Otras no.


Pero, ¿quién dijo que no dice nada quién guarda silencio...? Sucede, a veces, que no hay peor sordo que el que no quiere oír.

No hay comentarios:

Publicar un comentario